F.M. ALEXANDER
“Cualquier persona puede hacer lo que yo hago si hace lo que yo hice.“
F.M. Alexander (1869-1955) fue un actor australiano de carácter independiente nacido y criado en el campo. Hacia los veinte años de edad, descubrió un método de reeducación psicofísica que le permitiría superar sus problemas de voz y respiratorios casi crónicos. Sin haberlo previsto, este mismo método le llevó a una considerable mejora de su salud general, algo que le haría ganar en vitalidad, mobilidad y bienestar.
El problema
Alexander quería eliminar una serie de impedimentos de orden respiratorio y de afonías repetidas que entorpecían el curso normal de su carrera de actor. Se propuso investigarlo y lentamente fue descubriendo que sus dificultades vocales eran solamente una pequeña manifestación de algo mucho más profundo. Su afonía era, de hecho, un síntoma de un patrón mucho más amplio. La mera intención de empezar a hablar le producía una reacción de tensión muscular en todo su cuerpo que lo bloqueaba. A más intento, más bloqueado quedaba.
Para su sorpresa, se percató de que su tendencia a comprimirse al hablar era, de hecho, la misma tendencia que tenia en prácticamente todas sus actividades. Parecía ser su respuesta natural a cualquier situación.
Al principio intentó simplemente corregir su postura, pero el resultado era solamente mayor tensión impuesta a su organismo, ya de por sí excesivamente tenso. Tras varios fracasos, se vio forzado a admitir que la única salida era parar su reacción errónea inicial.
La solución
A través de un excepcional ejercicio de observación y tenacidad, Alexander fue capaz de romper la reacción en cadena de estímulo-respuesta. Esta reacción “inevitable y natural” no era, de hecho, ni inevitable ni natural. Más bien era un comportamiento aprendido sin quererlo que con los años se había convertido en habitual y automático. Pero lo que había sido aprendido, se podía desaprender.
Él mismo desencadenaba un patrón de interferencia en la correlación entre su cabeza, cuello y tronco que era real y tangible. Aprendió a percibir y evitar esta interferencia y, en consecuencia, a desactivar su propio patrón de tensión que le provocaba la pérdida de voz.
Una vez hubo conseguido esquivar su interferencia habitual, todo su cuerpo se pudo reorganizar de una manera más libre y abierta, aprovechando plenamente su capacidad innata para el soporte, el equilibrio y el movimiento. Los desequilibrios de postura y tensión se corrigieron por si mismos, y las dificultades con la voz y la respiración desaparecieron. Alexander disfrutó de una exitosa carrera como actor y como profesor de su nueva técnica de reeducación psicofísica.
La enseñanza
Alexander basó su trabajo en el descubrimiento de un principio fundamental (que afecta también a todos los vertebrados): una relación apropiada entre la cabeza, el cuello y la espalda estimula una apropiada coordinación del conjunto y permite que se pueda producir el movimiento primario de estar de pie en contra de la gravedad.
Pronto se percató de que su técnica era de abasto universal y decidió desarrollar una manera de enseñarla. Para conseguir transmitir la experiencia de una nueva y mejor organización neuromuscular, combinaba un tipo de acompañamiento manual muy refinado con unas instrucciones verbales. F.M. Alexander enseñaba a sus alumnos a reorganizar conscientemente y de manera más eficaz su propio uso neuromuscular. De este modo, les daba la oportunidad de disfrutar del mismo proceso de crecimiento y mejora psicofísica que él había vivido.
Con 36 años de edad y llevando consigo unas cartas de recomendación de algunos médicos de renombre, F.M. Alexander se desplazó a Londres, y posteriormente a Nueva York y Boston, donde se dedicaría a enseñar y desarrollar su técnica. Más tarde, en 1931, fundó una escuela de formación de profesorado que le permitiría asegurar la continuidad de su labor. Tuvo seguidores y alumnos de todos los estamentos de la sociedad del momento, incluidos personajes públicos como los escritores George Bernard Shaw y Aldous Huxley, el actor Henry Irving, el filósofo John Dewey, y los biólogos George Coghill y Charles Sherrington, éste último premio Nobel y considerado el padre de la neurofisiologia moderna.
F.M. Alexander trabajó dando clases hasta el momento de su muerte, a la edad de 86 años. Es considerado internacionalmente como un innovador y pionero en el campo de la educación psicofísica, y la Técnica Alexander sigue siendo tan válida, efectiva y revolucionaria hoy en día como lo fue en sus inicios hace ya más de un siglo.